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ISSN 1989-4163

NUMERO 112 - ABRIL 2020

 

Niebla

Ramón Asquerino

(1. El tiempodel «Tempranero»)

«Tierno es el suelo que pisas,
suave entorno tus manos,
contorno de silencio tu boca,
 bostezo de las olas impronunciable;»
El faro guiña sus últimas ráfagas de luna
(Mi cuerpo inútil de palabras)

«[Etxe] llevaba tantos años poseyendo aquella playa en las madrugadas, que había llegado a creer que aquel mundo le pertenecía en esas horas […] El mote de «Tempranero» no lo había inventado el pueblo para él […] pues en la familia era secular tradición recorrer la playa cada día antes que nadie […] la aparición de la Madera vino a mitigar la terrible soledad de tantas madrugadas»(Cursivas en el original)Ramiro Pinilla: Verdes valles, colinas rojas: 1. La tierra convulsa.

A Patricia, sin un 8 de marzo, aniversario que nunca pudiste celebrar


 

Ha amanecido una niebla desbocada
por mil caballitos de mar
desatados en sus cuadras sin aurigas
sin comas amanecidos
cuando aún duerme la orilla
traslas lentas espesuras
invisiblesbajo la humedad
eneste lunes delprimer frío
graveotoño sin pausasequivocado
sin puntos bochornoso araña
aunsumergido y sin horizontes
entre el inerme banco blanco
lozano despabilada ya su nochela niebla
arremete opacas transparencias atónitas
sus invisibles brazos tempraneros
abrazando la opiniónde las nubes
como una largo vaho al bostezar.

 

Se estrechaban, tímidas, las luces titubeantes,
las boyas semidormidas por la playa inútiles:
El mar roza tenue su orilla,
despacio compite, solo, atravesado
por un mareo de gotas, dedos de átomos
en sigilo, de puntillas, el mar en bonanza
empuja contra la vista. Ojos cuya barrera fría
tantea, rastrea
el sol perdido y ciego. Amanece a deshora:
no se ven ni los relojes, solo los primeros
pájaros suenan
descosidosa porvenir de vuelos
y, como aquellos mil caballitos,
se desmandan.

Escaleras abajo se tropieza
de bruces el alba, rogando poder descansar
y sentarse a la hoguera, humilde brasa,
de otro despertar en cenizas. La mañana
sedesnuda por horas, sin huellas, donde solo
el tacto proclama su opaca presencia
antes que nadie se abrace a la madrugada:
espira el Tiempo del «Tempranero» expirando:
—Con la niebla me voy a perder.
La niebla que cayó, callará y encallará
vagarosamente.

Pero el alba no renuncia a su intimidad,
alta, velada, constante, desnuda,
aunquela espíe la niebla
suicida, porque la niebla se diluye
triste, y pide socorro a sordos gritos
conenormes vahos y bostezos, por cuyo paladar
saleuna voz de perfumes en silencio y su miedo
rugosoque el tacto desafía y traiciona. Repite,
 el eco ahíto de rocío y madrugadas, y late
el banco inspirando muy fuerte, hasta acercarse a ti,
«Tempranero», hablándote muy quedo,
pidiéndote la limosna silenciosa de la edad,
la traición y esa tu derrota definitiva contra el Tiempo.

 

 

 


 

 

Niebla 

Foto de Ramón Asquerino Casas

 

 
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